martes, 6 de julio de 2010

En boca de todos


Nos preocupa, pero nadie habla



Las problemáticas de las relaciones, en su mayoría, se generan por los problemas para comunicarse. Es difícil aprender a comunicarse y aún más si somos adolescente y tenemos como interlocutor a un adulto.

Nuestra vida de jóvenes esta rodeada de mayores, y cada uno de ellos tiene algo para enseñar. Con cada adulto tenemos una relación diferente. Con algunos nos sentimos cómodos, sentimos un apego especial que surge del entendimiento y nos sentimos contenidos por ellos. Con otros todo lo contrario, y es por esto que surge la falta de comunicación, no nos comprenden o eso es lo que creemos; muy posiblemente nos entiendan porque también ellos padecieron los mismos problemas que hoy atravesamos nosotros, pero en un entorno, una realidad distinta que nos cuesta entender.

Lograr comunicarnos con nuestros padres es mucho más complicado que conversar con un amigo de ellos mismos con quien nos sentimos más resguardados, y no tenemos el pensamiento de rechazo de no entendimiento que surge con los padres propios. Por esto mismo, cuando no nos alcanza con hablar con nuestros amigos, buscamos el profesor con más relación, o el padre o madre de algún amigo. Nos da seguridad conversar con alguien a quien no tenemos miedo de defraudar, que nos dará su consejo, su aprobación o negación de aquella charla sin juzgarnos, sin medir cada palabra.

Muchas veces nos sentimos solos, aprisionados, incomunicados al no poder contar con “el oído” amigo y atento de nuestros mayores. Nos cuesta admitirlo, pero sabemos que los adultos tienen mucha experiencia y que quizás en el momento que más lo necesitamos tengan las palabras justa para calmar nuestra ansiedad. Y en este punto se puede ver claramente el problema de incomunicación, tanto los mayores como nosotros los adolescentes tenemos mucho para decirnos, y mucho para aprender los unos de los otros pero nos cuesta darnos la oportunidad del encuentro.

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